Miro un objeto: silla.
Esterillado tosco.
Verde y madera. Nada
me indica que tu cuerpo
haya estado sentado
en ella alguna vez.
Sólo el mío, acezante,
sabe de tu sentencia,
que me apartó: orgullosa,
digna en su rechazar.
Débil y fiel, me abismo
como un sol que se extingue,
en sus labios tu nombre
lunar, que resplandece
como con otra luz.
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