"abismal
lago de quietud
las noticias no penetran aquí"
(Luis Alberto Spinetta)
Siguen cayendo las
mandarinas del árbol.
Mi tío las recoge,
las come, las comparte
con vecinos golosos
que le piden. Oír
el fruto cómo choca
contra la tierra fértil
--golpe redondo, dulce,
con su peso, y oscuro--
y volver a saber
del futuro, su vientre.
Se sueltan, caen, pesan,
son las mejores: barcas
que llevan sus semillas
a otro lugar: por siempre.
(boceto funcional)
¿Habrá querido ser indiano
al cabo de los lustros, regresar
de ganador? ¿Huyó
de no se sabe qué, y pasó su vida
y la de las siguientes
generaciones, ramas
y vástagos creciendo
a como fuere, echando
buena raíz a veces,
perdiéndose las más? ¿Una deriva
a partir de uno solo? ¿Se cruzaron
las líneas una vez? ¿Y si hubo injertos
para salvar la situación? "Hisopos"
quedan en la memoria, larga senda
hollada, abandonada, recorrido
que se perdió, raíz al aire.
"la voie vraiment voie est autre qu'une voie constante"
(tomado de Nombres, por Philippe Sollers)
a Pablo Ferraioli
Así, con pocas cosas
en claro (la verdad,
ninguna: tenés datos,
evidencias efímeras
--estuvo rico el mate
y Joni Mitchell suena
muy dulcemente--; pero
"eso no basta"...), ves
que lo real de siempre
fue ajeno a la razón,
a pergeñar. (Olvido
en que la mente nada
por momentos --no busca
ya compulsiva asir--
por un fondo sin fondo:
aguas densas: vislumbre.)
"Souvenez-vous! La seule chose que nous ayons à craindre, c'est que le ciel nous tombe sur la tête!"
Abraracourix
La bomba que ahora vuela
--tarda poco en llegar--,
estoy seguro, a Siria
(objetivos concretos;
daños colaterales)
va por el cielo. Fuimos,
por millones de años,
débiles bajo un mundo
sublunar; sólo ahora
podemos destruir
tan exhaustivamente,
tan poderosamente.
Tiremos contra el sol.
"oh oh oh
la mato y aparece una mayor"
Silvio Rodríguez
Ya pasó Artaud. La cosa
hoy día es Lemebel,
Perlongher. Somos hamsters
--chau Fijman-- de las causas
de moda (ruedas lindas:
no paran), soldaditos
de un ideal. Agendas
aggiornables, serpientes
polimorfas, el joven
reemplaza al viejo joven:
pelear contra lo injusto
para sentirse buenos.
"¡Qué tiempos éstos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!"
(Bertolt Brecht)
Árbol, yo apenas pude
hablar con vos. Lucían
expuestas tus raíces
sangrando en el vacío.
(Árbol --de cuyo fruto
me alimenté--, tu fronda
se mecía en la noche,
y todo era reciente.)
Tenías tantas cosas
para decirnos. Todos
--¿sólo por hambre y sed?--
hicimos de vos leña.
(Nosotros: ciegos, mudos
y sordos extrayendo
de vos siempre algo más
de savia: despiadados.)
Alguien, en ese auto
que pasó, se enervaba
en medio de la noche,
como negando todo,
como odiando de veras.
O no: queriendo ver
a sus hijos, llegar,
estar entre sus cosas,
en su sillón. O no:
abierto mentalmente
a esas voces que dicen
frases que significan
de repente. La bruma
que es la noche, y oír.
"Nada importa: ni el hambre
ni la miseria", tira,
mirando a nada. Bien
comido, bajo techo,
pero vacío, lúbrico.
Tristeza que se inflige
para espolearse un poco:
ya no logra sentir
al otro. Nihilismo
de haber perdido el alma
de lo humano: el amor.
La losa, vertical;
las cucharadas, secas.
Entonces un pariente
--una mujer--, con frases
monocordes, se puso
a decir ¿un responso?
Muy pronto se sumaron
otras voces. No supe
ya para siempre qué
hubieras preferido.
Ataúd en silencio,
rogaron por tu alma
consagrando un adiós.
El temor atenaza
--algo se oyó-- tu pecho:
con sus pinzas de frío
sudor te paraliza
poco a poco, te deja
expuesto a la intemperie.
Aterido mirás
sombras que pueden ser
cualquier cosa. (Esos roces
que sentiste son frases
que la muerte pronuncia
en tu interior; sos vos.)
"Para reencender el fuego hay que sacar todas las cenizas del día
anterior y elegir de esa memoria las pequeñas o juntarlas."
(Alfredo Veiravé.)
Cantaste preservando
en la tormenta un fuego.
Puedo escuchar tu voz
ahora, por la noche,
cuando el poema calla,
ceniza muerta. Junte
leña seca, en las horas
que vienen, que alimente
la llama del hogar.
Te estoy matando, verso
tras verso, en los poemas,
los últimos. Exangüe,
se opone el corazón
a que te olvide. ¿Cómo
te soñará la casa
cuando no estés? Los cuartos
estallarán en gritos,
los libros arderán.
Todo está muerto. Calles
y casas, y portones
y precipicios: quietos,
como los de las fotos
de principios del XX.
(Pero la diferencia
es que aquí no hay humanos,
a no ser dos fantasmas
que aún no se deciden
a pasar al olvido.)
¿Qué le pasa a mi mente?
(Deliro un enemigo
multiforme, que ataca
sin anunciarse: golpes
verbales a traición.)
¿Qué le pasa a mi mente?
(Porque, aunque me contengo,
me supera y, perdida
la distancia, no hay modo
de evitar la pelea.)
¿Qué le pasa a mi mente?
(Furias de un gobernalle
sin timonel; injurias
desde extraviados rumbos.)