"Beatus ille..."
(Horacio)
Recordamos la luna
cuando la vemos, alta,
inmóvil en el cielo:
nosotros, los esbirros
de la Ciudad sin ángel
--desorbitada, insomne--:
espoleados, autómatas.
En una foto luce
mejor. En un poema
la contemplamos más.
Después --y fue un segundo--
volver a estimularse.
para Leonardo Martínez
Corazones, Leonardo:
eso me enviás. Me vuelve
de nuevo hacia la vida
tanto afecto... ¿Le habré
hablado, con mis versos,
a ese niño que fuiste
--y que aún sos--? Mensajes
o botellas al mar
entre gente que niega
el dolor de los otros
pero que también sufre,
callada, maniatada,
plena noche del mundo.
"viene fallado de fábrica"
(Gabriel Pedro Seguí)
Hay algo roto en mí
(como en tantos, supongo).
Hablo de un desperfecto
irreparable. Máquina
o idioma que persiste
en fabricar poemas
defectuosos que crujen
y al rato se detienen.
Como un prisma rajado,
alma del horizonte:
arruinado paisaje,
desahuciada voz.
Danza de los pronombres
en la mente, teatro
en que los personajes
alternan y se hieren
sin pruritos, de pronto
uno, el peor, los niega
desde el proscenio. Tumba
de los otros, su voz
come de un basto vidrio
que muerde, que deglute,
que luego regurgita.
Nadie puede acallar
--fascinación-- su aria;
giro en que la memoria
irrumpe, como un trueno.
No se cambia de estilo
por tedio o por afán
de experimentación
sino porque la vida
es tan arrolladora
que voltea y retuerce,
porque sí, lo precario.
Y si uno escribe, lo hace
luego del terremoto:
agrimensor que traza
con una mano inepta
vacilantes mapeos
de una parcela virgen:
las dos en devenir.
Una bolsa con frutas
en la mesa; un sifón;
algunas cosas más.
No estás conmigo. Duerme
tu cuerpo en otra pieza
y yo escucho el responso
medido de una sala
en que a veces estamos
cerca, pero no juntos.
Un perro que también
descansa; zapatillas
como un Van Gogh casero.
Lo que se fue, delante:
trunco, nítido. Limbo
la relación. Partiste
y aún estás aquí.
Las cosas, frente a mí,
insensibles y pulcras
como sierras distantes
e impávidas. Las cosas:
indiferentes, listas,
película perfecta.
(Camino hacia un futuro
de cosas sin registro
de su luz, de su ser.)
No toco el mundo; toco
el ángulo imposible
que opera, que establece
esta desconexión.
(El mundo, hecho a un costado,
y un camino que abduce.)
¿Por qué la poesía?
Evasión o consuelo
y hasta impostura, el mundo
huecamente persigue,
y no lo sabe, formas
sin sustancia, tan signos
como los versos. Rujan
los siervos de su engaño,
sigan en su ilusión.
Me dice no. Sonríe
pero se niega. Pasan
los meses y la luna
pierde sus atributos.
Me dice no. Dormimos,
despertamos: un día
y otro día, y la luna
filma nuestras costumbres.
No dudo de mis ojos,
y ella no miente, pero
sé que aún no han mirado
sino sus vestimentas.
Dice no mientras toma
mi mano, dice no
y está al frente, y la luna,
anciano, nos corrompe.
Una araña en el techo,
cabeza abajo. Quieta
pero viva. La miro
desde la cama, fumo.
(Nadie podrá decir
cuál de nosotros dos
hablaba, cuál callaba.)
No hay nada, eso es lo cierto.
Es necesario convencerse.
El dolor no es nada más que dato.
Nuestra duración, que se precipita,
sólo presenta cambios sin la menor sustancia.
El placer, que se diluye
bastante pronto por lo general:
dato, dato, nada más que dato.
Circo/sostén del que tomamos nota,
heridos de continuo, y sin saber por qué,
y sin saber cómo. Heridos.
la peor de todas las posiciones de lugar a ocupar
es
la de vieja.
Gabriel Pantoja
Ha perdido el humor
ya de hace rato: kilos
y kilos de palabras
que pronuncia forzado.
Cuando se da el silencio
de una pausa, le vuelve
ese pobre semblante
con el que escribe ahora
sus cositas. ¿Anula
con ello el malestar?
No, lo prolonga. El odio
le ha envilecido el mundo.
"Poeta" (eso anotaste
en un papel, deseosa
de ver un cambio en mí;
y lo dejaste a mano)
"sin palabra". Dolor
al leerlo. Disfrute
la escritura; deber
de cumplir con lo dicho.
Coherencia --ese crudo
ideal exigente--,
lo peor fue captar
de un golpe que más busca
o necesita el hombre
lo justo que lo bello
(belleza de otro modo,
también ella imposible).
(Y sin embargo cuánto
de cariño perdura
en este lazo que,
confundidos, queremos
que se disuelva... No
lo olvidaré: lloraste
ayer, desconsolada,
y te abracé, y dolía
tu dolor, frágil olmo
y conmovida vid.
Que tu risa regrese;
que se acabe este limbo.)
Partiste, finalmente. Todavía
vivís conmigo (ropa
que lava el lavarropas, que tendemos,
que recogemos, que
vestimos, que se gasta), pero, como
autómatas, apenas
cruzamos las palabras necesarias
("buen día", "buenas noches"...),
apenas intentamos mitigar
la distancia, su filo.
Lejos y cerca: roces remanentes
y deseo estragado.
Imposible comer
colores. Con los ojos
tan sólo ves: distancia
o pecera, su vidrio.
Tu mirada pasea
sobre las cosas, toma
tu mano algún objeto;
con la boca, que a veces
usás para babear,
sólo sentís el gusto
del alimento. Nunca
podrás comer colores;
menos aún siluetas.