LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTISTA
Anestesiado, rota
ya la mirada --¡sangre
que gritan las paredes!--,
te induce el monitor
al quietismo: produce,
como metralla, informes
del horror cotidiano,
y finalmente es como
si lloviera, lloviera...
Porque no llorarás
ni marcharás, acaba
de fallecer el último
rincón de tu empatía
y despedís sus restos
con pulcros heptasílabos.
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